Se está abriendo paso. Le ha costado. Es tímido, inseguro. Lo conozco bien. En su descargo he de decir que tuvo mucha competencia. Había Otros, que trataban se sobresalir. Con éxito alguno de ellos.
El escritor que llevo dentro sufrió mucho viendo como sus primeros balbuceos, en forma de parrafillos inconexos, no iban a ninguna parte. En aquella época el ingeniero que llevo dentro lo pisoteaba sin piedad. Le apabullaba con sus precarios triunfos.
Y hubo otros competidores. Montañero. Futbolista. Consultor. Ciclista. Amante. Trabajador. Lector. Competidores con más credenciales. Fue difícil convencerme de que dentro de mí había un escritor.
La revelación tuvo lugar al hilo de un hecho trágico. Unos conocidos tuvieron un accidente en la montaña y lamentablemente fallecieron. Los medios que se hicieron eco del suceso decían en el encabezamiento de la noticia que dos montañeros habían fallecido. Dos montañeros. No dos personas que habían salido a caminar por el monte. Como hacía yo habitualmente. El periodista los definió como montañeros. No como dos simples personas con sus trabajos y sus aficiones, entre ellas ir a la montaña.
Así es que yo también podía ser un montañero. Cada vez que iba a la montaña. También podía ser un escritor. Cada vez que escribiese.
Uno es lo que hace. Escritor es el que escribe. Nada más. Es fácil ser escritor. Mucho más que ser ingeniero. Solamente hay que coger un boli y un papel y ponerse a escribir.
Con este argumento el escritor que llevo dentro se puso contento. Algunos párrafos comenzaron a conectarse. Todo era bastante descriptivo. Muy ácido. Muy crítico. Exhalaba veneno. Aquello era consecuencia de los años de apartheid impuestos por el trabajador que llevo dentro, una especie de ente acojonado y obediente que teme lo que pueda pasar cuando cumpla setenta años y no haya cotizado lo suficiente. También le daba caña el deportista que llevo dentro, que se empeñaba en entrenar y romperse huesos. En estar en forma por si había un cataclismo y había que ir corriendo durante mil kilómetros.
El escritor que llevo dentro estaba hasta los huevos.
No me extraña.
Así que el escritor que llevo dentro se conformaba con aprovechar las sobras de tiempo que los demás dejaban. Sobras duras y poco sabrosas. Los finales del día. Aun y así cuajaron algunos relatos cortos. Que residían permanentemente en los cajones. En cuadernos que nunca se completaban. En separatas que aparecían en las mudanzas.
El escritor que llevo dentro purgaba mi alma con frecuencia. Desquitándose con cartas (el género epistolar es muy agradecido). Contando historias. Deformando la realidad. Caricaturizándola. Se reía de sus competidores. Los despellejaba en sus escritos.
Con el internet se hizo más fácil lo del correo. Aunque perdió carisma. Los e-mails iban y venían. Algunas respuestas animaban al escritor a que se dejase ver un poco más. A que plantase cara a sus competidores.
La pelea fue dura.
Sin quererlo el doctor que llevo dentro le echo una mano. A base de tenacidad –dada la falta de talento- y de las correcciones de Javi (my mentor, tal y como h lo he definido en mis clases de inglés), el doctorando que llevaba dentro empezó a darse cuenta de ciertas cosas relevantes a la hora de redactar una tesis o un artículo. En definitiva, algo que vayan a leer otros.
Y así el escritor que llevo dentro aprendió a que el balbuceo de palabras, el chorro de sentencias que salen a borbotones cuando hace acto de presencia la ‘inspiración’, luce más si está organizado. Aunque al poeta que llevo dentro eso de estructurarse le parecía una imposición ingenieril y le jodía la falta de sonoridad. Se empeñaba en quedarse con las palabras que salen a la primera. Decía que eso era lo ‘auténtico’.
El lector que llevo dentro no dejaba de aportar sustancias nutritivas a un caldo de cultivo que o bien se pudriría o bien le caía un rayo y salía algo de allí.
Y luego estaban los lectores de aquellas historias, que eran mis amigos.
Con todo ello el escritor que llevo dentro fue ampliando la lista de originales. Aunque muchos quedaban varados en las páginas de los cuadernos que iba adquiriendo. En este sí, me decía, en este tengo que escribir la novela.
Un día todos (el ingeniero, el doctor, el escritor, el deportista…) conocimos a Ladislao. Fue una concatenación de casualidades. Que podía haber resultado intrascendente.
El caso es que Ladislao es escritor (http://ladislaoaguado.com). Pero es que además lleva un editor dentro (www.otrolunes.com). Cuando se enteró de que escribía automáticamente dijo: Ah sí, pues mándame algo.
Me fue tambaleando. En la conversación hubo cerveza. Y con eso atravesado en la cabeza: pues mándame algo.
Y es ahí donde el escritor que llevo dentro dio un paso al frente: pues te lo mando. ¡Y lo publicaron! (http://15.otrolunes.com/php/en-la-misma-orilla/en-la-misma-orilla-n15-a05-p01-2010.pdf).
Era la primera prueba que tenía de que mis lectores (es decir, mis amigos) no mentían. Al menos no completamente. Tenía material publicable. Era lo de publicar una de las obsesiones del escritor. En realidad lo único que tenía que hacer el escritor era escribir.
A Ladislao lo llamo cariñosamente mi editor. Y me ha seguido publicando algunas cosillas: los mimbres de una novela (http://otrolunes.com/?hemeroteca/numero-16/sumario/en-la-misma-orilla/divan-de-narrativa/un-viaje-por-el-himalaya-fragmento), un relato desgarrador en el que se retrata al científico que llevo dentro (http://otrolunes.com/?hemeroteca/numero-17/sumario/en-la-misma-orilla/divan-de-narrativa/el-perro) o una versión homérica de los trámites burocráticos (http://otrolunes.com/?sumario/en-la-misma-orilla/divan-de-narrativa/la-tesiada).
Ahora, cada día, el escritor y el soñador que llevo dentro se disputan con la tropa -compuesta por el científico, el ingeniero, el conservador, el programador- que también llevo dentro (he engordado) las primeras horas del día, que es cuando el ordenador central está más fresco y es más creativo.
La lucha es despiadada.
He de decir algo a favor del escritor. Por fin consiguió escribir una novela.
Apasionante descripción y reveladora
Cuando ya pensabas que sabias casi todo de alguien…
Solo me extraña que el autor no se refiera también al demente y al jugador de baloncesto que también sé que lleva dentro.. Mucho más interesantes cualquiera de los dos que el futbolista ese a quien sí menciona.