Una novela deliciosa que nos cuenta cómo transcurre la Historia de los Balcanes. Para ello el autor –premio Nobel en 1961, a todo esto- se centra en la pequeña localidad de Visegrad y selecciona un período de unos trescientos años que van desde la construcción del puente que se hizo para salvar el río Drina –la unión simbólica y real entre Oriente y Occidente- hasta su destrucción, cuando ya el puente y la región dejaron de ser un punto geoestratégico.
La barbarie y la violencia que han marcado esta zona queda patente en el libro. Uno de los pasajes más impactantes que jamás he leído aparece aquí: el empalamiento de un saboteador del puente pone los pelos de punta.
Desde el dominio turco personificado en el visir Mehmed-Pachá hasta la I Guerra Mundial el libro sigue la estela de los hechos históricos pero siempre desde el punto de vista de los habitantes de Visegrad: conversaciones sobre política en la tasca, mientras se juega a las cartas, tertulias que hablan de la llegada del tren a la región, cosas trascendentales desde el punto de vista de lo cotidiano.
Un libro magistral que consigue enseñar Historia mostrando sus consecuencias sobre la gente normal, la gente que vive en los pueblos, que nace y muere, que acompasa sus miserias al anónimo y aséptico tren de la Historia.