Cumbres nevadas que se recortan en un límpido cielo azul. La nieve que de forma inverosímil se amontona en las pendientes casi verticales. Aristas de roca que asoman entre el hielo. El imperceptible devenir de formidables glaciares. Bosques primarios de aspecto temerario a pesar del musgo que recubre sus rincones. El hielo se funde y el agua dibuja cascadas y espuma en su fragoroso recorrido. Antes se remansa en los campos de arroz, se sosiega en los abanicos aluviales. Se esparce por el paisaje. Va de una terraza a otra. Imágenes sugerentes. Paisajes increíbles.
¿Y cómo es que no viene tu mujer? Dice el guía cándidamente. Ante mi continuo asombro. Fotografiando las maravillas con las que vamos tropezando.
No quiero que me abandone my friend, le respondo. Esto es muy bonito, sí. Qué duda cabe.
Y escuchar a los gallos de mañana. Despertarte con su kikirí. Hasta ahí bien. Pero luego vienen los pollos. A continuación de los gallos los pollos. Y no me refiero a los hijitos de los gallos. Luego viene un concierto ininterrumpido de jjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjj……puá. Porteadores, guías, mujeres y niños van a desatascar con gran vehemencia y prosopopeya sus vías respiratorias. Donde fueres haz lo que vieres: jjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjj…
Primera razón de peso para que no venga…puá.
Campaña de divulgación para que la gente no cague en el primer sitio que se le ocurra. No acaba de calar el mensaje
Apenas has dormido tres horas y ya están los pollos. Y hay que ir al toilet. Abres la puerta y el olor a amoniaco te salta las lágrimas. Ahí no entro. Y lo que viene siendo mi mujer te aseguro que tampoco entraría. En este punto habría que darse la vuelta. Porque claro, aparte de esquivar los diarreazos hasta llegar a la puerta del toilet, lo que es intimidad no hemos tenido por la noche en la suite de lujo. Un colchón de paja. En el que procurabas no moverte mucho porque el arañón que había en la pared, aunque no hace nada, es mejor no tocarlo. Además no osas sacar las extremidades del saco. Te conviertes en un ser hibernante porque fuera llueve y hace frío. Retrasas lo que puedes el tener que ponerte la ropa húmeda del día anterior. Y las botas. Que ya no se van a secar hasta que vuelvas a Kathmandu.
Uno de los agujeros en el que nos refugiamos
Tampoco ha de asustarse uno mucho de la mierda del toilet. A fin de cuentas el nauseabundo olor de las aguas fecales que van a parar al huerto ya te ha ido acostumbrando la pituitaria.
Tras haber meado ‘por ahí’ llega el desayuno. El guía, día tras día, pregunta con una sonrisa: What do you want for breakfast?
El primer día me hizo gracia. Tras recibir una retahíla de noes a todo lo que iba pidiendo me di cuenta de que en el Himalaya, para desayunar, hay chapatis. Solo chapatis. En algún caso con mermelada. Y a veces, cuando hay eclipses híbridos, con miel. Cada mañana, cuando el guía viene con sus sonrisa, yo se la devuelvo y le digo que chocolate con churros. No hay cereales con fibra ni fruta fresca ni una buena taza de café. Otra razón.
A estas alturas mi mujer podría denunciarme por malos tratos. Sobre todo cuando le dijese que eso de la ducha es un concepto inexistente por estas tierras. Veinte días sin ducha. A mí me parece bien. Tanto que de cuatro calzoncillos que con gran prevención eché al equipaje resulta que solo utilizo dos. Te aseguro que en la competición de cerdos quedo en los puestos de cabeza. Se me da bien.
Izquierda: El mejor toilet, antes de empezar el trekking, en el Hotel U.K., Phidim. A la derecha uno más rural
Para comer no hay ensaladas. Ni filetes. Hay dahl bhat. Es decir arroz cero delicias con una sopilla ridícula de lentejas y algunos vegetales hervidos. Orgánicos eso sí. De vez en cuando se puede conseguir una tortilla y hay lodges donde preparan unos espaguetis deliciosos. Tampoco hay yogur pero un té con sal y mantequilla rancia de yak si te pueden dar.
Ah claro, se me olvidaba. No te he hablado aún de las sanguijuelas. Ni de los mosquitos. Bueno a medida que subamos irán desapareciendo. A cinco bajo cero y con el 47% del oxígeno disponible no hay bichos. Te duele la cabeza y vomitas pero una reparadora sopa de noodles, picante hasta hacerte llorar, sirve de alivio. Y por las mañanas dos chapatis.
Qué por qué no vengo con mi mujer dice el piernas este.
¿Por qué huele toda la ropa a humo? Y ya la he lavado dos veces. A mi manera sí. Es que esta gente cocina con leña y aún no han inventado la chimenea. Es más, creo que no necesitan chimenea y tener la casa permanentemente ahumada es una manera de matar insectos y limpiar el ambiente. Te picarán los ojos y la garganta. En Ramche la cosa llegó a ser dura. Quemaban arbustos verdes y la humareda, unida a la escasez de oxígeno, hacía las cosas dificilillas. ¿Qué por qué no abríamos la puerta? Bueno, lo pensamos, pero hacía mucho frío. Al final elegimos la cálida fetidez. El cuarto, a tres grados, llegaba a ser un sitio acogedor.
Agujeraco en Ramche: hogar dulce hogar
Obviamente los obstáculos que se presentan en la ruta no discriminan por género. Simplemente se trata de advertir que la persona que vaya a considerar la posibilidad de un viaje de este tipo debe tener en cuenta si estos inconvenientes (los denominados predecibles imprevistos) le van a pesar más que el estar en un sitio tan especial. Desde luego hay motivos suficientes para pasarlo mal y si uno les da vida le pueden amargar la experiencia. Realmente los 15.000 metros de desnivel son la parte fácil. La verdadera selección la lleva a cabo esta colección de filtros que hay que ir superando hasta poder contemplar tranquilamente alguna de las escenas mencionadas al principio.
Jaime, muy ilustrativo e iconoclasta, as usual. Creo que yo mismo no sería capaz de llegar a traspasar tantos filtros. No sin mis galletas María!! 😉 Se me hacen cortos los relatos por entregas. Siempre quiero que sigan más allá en una espiral interminable, como con Serezade.
muchas gracias por el piropo. Iconoclasta. Dice la RAE: Se dice de quien niega y rechaza la merecida autoridad de maestros, normas y modelos.
No sabía que me tenías en tan alta estima.
Por otra parte creo que sobrevivrías. Ya verás el glaciar, ya. Puedes estar un par de semanas sin tus galletas favoritas para contemplar esa maravilla.