por J.M. Valderrama y David Acuña
Conocí a David en Almería. Casualmente, él jugaba al squash y yo buscaba a alguien con quien hacer un poco de deporte explosivo que acabase con el estrés laboral. Jugábamos un par de horas por semana y poco más allá de los lances deportivos no hablábamos mucho. Así es muchas veces la complicidad que se establece entre los hombres, a través del juego y la competición. Pocas palabras y unas cuantas actitudes por las que puedes ver si te llevas bien o mal, si tu compañero de partida es o no un buen tipo.
Pasado un tiempo expandimos nuestros encuentros más allá de la claustrofóbica pista de squash. Por aquella época me dedicaba a la investigación científica, y David trabajaba como biólogo marino para una empresa pública de medioambiente. Entre cervezas y alguna caminata por el monte fuimos forjando una amistad que se vio truncada por su forzada emigración. Empezaban a notarse los efectos de la crisis y tras una de tantas reducciones “temporales” de personal acabó en la calle y decidió irse como voluntario a las Islas Galápagos. Yo seguí algo más en la investigación y aprovechando el tiempo entre contratos empecé a dar rienda a mi vena literaria.
Las vivencias compartidas fueron suficientes como para despertar mi interés por el mar, que hasta entonces se limitaba a las playas del cabo de Gata y al puerto deportivo de Aguadulce donde, por cierto, encontré pistas y gente para seguir jugando al squash. Me saqué un título básico de buceo y empecé a comprender de primera mano algunas de las sensaciones que me había contado David.
Esta serie de escritos que iré publicando bajo el título genérico de “Respirando salitre” nacen por las siguientes razones. Hasta la fecha he ido exponiendo mis andanzas por diversos ecosistemas terrestres. He tenido la gran suerte de meterme hasta las trancas en selvas, desiertos y montañas. Sin embargo, los ecosistemas marinos me quedan muy lejos, no dejo de ser una lombriz de tierra, como los marinos llaman despectivamente a los que apenas metemos los pies en las orillas de los grandes océanos.
Así que este proyecto pretende matar dos pájaros de un tiro, por un lado reforzar una amistad que, claramente, y a juzgar por lo que vi dentro de la pista de squash y el reiterado interés de David en saber qué es de mi vida, merece la pena. Por otro, el conocimiento de David sobre el mar será la guía y el alma de estos textos.
David actualmente reside en Nueva Zelanda. Allí está dando forma a su tesis doctoral a partir de los datos recogidos durante sus más de cinco años de estancia en las Galápagos. A través de skype me conectaré con Auckland para ir recabando contenidos. La idea es tener una visión del mar, de sus problemas de conservación, de la riqueza submarina y de las sensaciones que despiertan cosas como, por ejemplo, bucear en el llamado ‘Serengueti del mar’.
Esperamos que lo encontréis interesante pero, antes de nada, que hable el mar. Creo que lo que tiene que decir es muy relevante: Nature is speaking. The ocean