Mi pequeña cirujana

Mientras mi pequeña cirujana se prepara para la operación yo escribo en la cafetería del hospital. Ha estudiado el caso, consultado alguna referencia. Ha discutido detalles con sus colegas. Guantes, mascarilla. La asepsia del quirófano va a juego con unos ojos atentos y vigilantes.

Las diferencias entre ambas situaciones son obvias. Ella salva vidas. Yo trato de salvar mi alma.

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Después de muchos días de vacío, de ir en el coche sin rumbo, las cosas empezaron a cambiar.

Salía de casa sin ninguna certeza. Decidía en la rotonda si ir a escribir, dar una vuelta por la ferretería o lavar el coche. Es decir, que no decidía nada. Todo era tan casual que el último pálpito, justo antes de afrontar la rotonda, determinaba los acontecimientos. Estaba a la deriva.

Un par de decisiones y miles de palabras después son días de rosas. Se fue disipando el miedo. Como el sol acaba con la boira. Sin piedad. Fue entonces cuando hubo lugar y espacio para otras cosas.

Fueron llegando poco a poco. En forma de satisfacciones que iban ratificando mis elecciones. El instinto seguía funcionando.

Un día apareció Paula, mi pequeña cirujana.

Tuve que lucir mi mejor armadura para no desarmarme. Esta mujer me iba a poner a prueba.

*  *  *

Paula ha pasado una buena noche. Tiene que ser así para que las cosas vayan bien en el quirófano. Hoy no enciende la Nespresso. Toma algo ligero. Se sienta entre sus óleos y acrílicos. Botes de pinceles. Bocetos. Entre cuadros y resmas de libros. Caballo por álfil. Mueven las blancas.blog_545

Sí. Paula juega al ajedrez. Y pinta cuadros. Y lee. Y le gusta el cine. Y el jazz. Y te sonríe. Y te embauca. Y tiene clase. Y buen gusto. Y muchos zapatos. Aprecia un buen vino. Adora el sexo. Y te abraza. Y cierra los ojos cuando la acaricias.

Y yo me tambaleo. Hold!

Uno se asoma a sus ojos, esos que sabiamente exploran los vericuetos de un cuello abierto en canal, y se ve tentado a caer en ellos. Y explorar el universo de profundidades insondables. Porque dentro de mi pequeña cirujana se adivina inmensidad, miles de posibilidades.

Mórtimer escribió un día: «Tengo miedo de caer en tus ojos y no poder salir de ellos». Ha encontrado esos ojos. Y ya no le queda miedo. Se ha ido disipando, como la niebla, a base de gratitud. Y de mostrarse tal y como es.

Paula le abre las puertas de un mundo fascinante. La impresión al entrar en su casa (de ella) es que es su casa (de él). Probablemente no la tendría tan ordenada. Pero lo que allí ve, escucha y huele es lo mismo que a él le hubiese gustado construir. Aunque se ve incapaz. Me explico. Puedes tener un cuadro en la cabeza, pero no la técnica ni el talento para poder plasmarlo. Pero si ves el cuadro dices: ese es.

Algblog_544unos detalles hacen aún más atractiva y sugerente a mi pequeña cirujana. Cuando Paula cambió caballo por álfil no esperaba qu
e alguien en Ucrania o Santander respondiese a su movimiento. No era una partida on-line. Es una batalla íntima. Paula vs Paula.

Cuando termine de salvar vidas y pulir yugulares tendrá que pensar en el siguiente movimiento. Si replegarse o atacarse.

Mientras, trato de digerir y ordenar lo que va pasando. Lo meto por el tamiz del narrador, lo filtro por el cerebro analítico del investigador científico, trato de esquematizarlo como un ingeniero. Le busco un patrón de comportamiento, una pauta, como constructor de teorías.

Paula no es un diamante en bruto que haya que pulir. Mi pequeña cirujana deslumbra.

Señores, he encontrado oro.

2 comentarios sobre “Mi pequeña cirujana”

  1. No lo había leído pero me alegro infinito de que hayas encontrado una «pequeña cirujana» como la que describes. ¡Qué leche, eso es amor!

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