Archivo de la categoría: Relatos

Relatos variados, introspectivos, historias basadas en hechos que ya no sé si son reales

Sacar la basura

Por las noches hay que sacar la basura. Es la costumbre que se ha ido estableciendo. Relegar esa tarea doméstica al último lugar. Siempre es un incordio, antes de dormir. Tener que arroparse, anudar las bolsas y enfrentar el silencio de la noche. La intemperie.

Aquí no hay camión de la basura. Existe un circuito subterráneo que lleva las bolsas de un lado para otro.

Sin embargo, cuando me calzo en el pasillo, cerca de la medianoche, lo hago con cierta prisa. Es la inercia de tantos años. La costumbre de actuar al límite de los horarios. Cuando escuchaba el camión de la basura rugir en la cuesta de San Francisco. Y salía a toda prisa. >>seguir leyendo

Vida de oficina (Memorias de un oficinista)

No hay luz. Pero tiene que haberla. Porque puedo ver lo que hay al otro lado de la calle. Es una luz sucia. Y menguante. Que dejó atrás, hace tiempo, su apogeo.

Sólo a estas horas, cuando el día está liquidado, es cuando puedo ver la luz. Los restos de pálida luz.

Creo recordar que en estos precisos instantes es posible admirar, en el negativo de esta vida de oficina, puestas de sol magníficas.

Me resulta imposible acceder a ellas. Los altos edificios que conforman lo que hemos convenido en llamar civilización y sofisticación, allí donde residen todos los documentos importantes que guardan memoria de cada cosa que se dijo e hizo, cortan cualquier perspectiva. Sin duda adoramos el pasado. Renegamos del presente. Nos cuesta imaginar algo diferente. >>seguir leyendo

Mi primer encuentro con una prostituta

No puedo dejar de reconocer que es un incentivo pasar por la rotonda en la que se ponen las putas. Podría decir que es una indecencia. Que está muy mal la explotación sexual. Que es un oficio degradante.

Con todo eso estoy de acuerdo. Pero no puedo dejar de reconocer que cuando sé que voy a pasar por esa rotonda, de noche, las pulsaciones suben.

Las putas se sitúan justo después de la rotonda. Hay que frenar para poder rodear bien el obstáculo, y al salir te las encuentras de frente. Es imposible no verlas.’ ¿Qué? ¿eh? Ah sí es que estaba pensando en otra cosa’. Dice alguien cuando le comentas sobre la rotonda de marras. Ya y una mierda. No se puede pensar en otra cosa cuando te topas con una tía medio en pelotas, ceñida en unas medias de rejilla negras, con las tetas apretadas queriendo salir a tomar aire porque se asfixian. No se puede fingir que uno está abstraído, ‘pensando en otras cosas’ cuando tres tiparracas seguidas, una de ébano, otra rubia, y otra con una cascada de pelo rizado, te muestran los músculos tensos de sus pantorrillas y glúteos. Que resulta que van sin bragas, que están en pelotas, en la nacional. Que casi te estrellas. >>seguir leyendo

Días de nada (y rosas)

Últimamente hago cosas raras. Por raras quiero decir poco habituales. Y por últimamente me refiero a más de doce meses. Lo cual es un período considerable para hacer cosas raras.

La verdad es que disfruto con esta rutinaria forma de proceder. Que es cualquier cosa menos rutina. Es dar bandazos. Bandazos. Ir hacia un sitio. Cambiar la dirección repentinamente. Ir hacia otro sin saber muy bien porqué.

Me levanto cuando me da la gana. Eso de entrada. Que es mucho. Muchísimo.

Puede colegirse muy fácilmente que me levanto a las doce de la mañana y vago en pijama por la casa y enciendo la tele y como cualquier cosa y voy a tirar la basura en zapatillas. >>seguir leyendo

Cuando todos estén muertos

Esta es una carta que escribí a Ramón Trecet cuando aun estaba en radio 3, a los mandos de un programa llamado ‘Diálogos 3’. Yo conocía a Trecet por el baloncesto. Su programa ‘Cerca de las estrellas’ fue pionero en acercarnos la NBA. Retrasmitió partidos del campeonato nacional y siempre me pareció alguien con una opinión particular y contundente sobre los hechos. Alguien que se moja. Me enganché al programa ‘Diálogos 3’ en sus últimos años y para mí fue un acompañamiento insustituible. Una noche se me ocurrió escribirle una carta, en agradecimiento y reconocimiento al programa. Más tarde, por casualidad, tropecé un día con él. Le hablé de la carta, que recordaba vagamente. En cualquier caso ya habían paso dos años de aquello y para mi fui emocionante que leyese algunos fragmentos en el programa. >>seguir leyendo

El dentista

Tuve que ir al dentista. Otra vez. Mira que al despedirme del doctor la última vez quedamos en que no me verían por allí hasta la limpieza bucal, que es en diciembre, justo antes de las Navidades. Para afrontar las comilonas y los encuentros familiares libres de sarro, aunque, si te digo la verdad, los dientes empiezan a amarillear o ‘marfilear’ más bien rápido. En dos semanas comienza a borrarse el recuerdo inmaculado de los ultrasonidos cincelando el esmalte. Antes, tras cada limpieza, me costaba retomar las pipas, las pipas de fumar digo, pero he ido venciendo esa resistencia y como sé que el resultado final va a ser que los dientes se vuelvan amarillos nicotínicos dejé de condicionar el jodío fumeque a la limpieza bucal. >>seguir leyendo

Qué escribir

Por entonces creía que la literatura consistía en pensar muy fuerte muy fuerte. Así: mmmmmmnnnmm…mmmmmnnn. Sobre algo concreto. A ver si salía algo. Algo así como parir (o cagar): ¡Empuja, empuja!, pero haciendo fuerza con los sesos. Tratar de concentrarse en un género o subgénero concreto –con lo volubles y subjetivos que son- adoptar el tono pertinente y dejar que la pluma o la máquina de escribir –entonces el ordenador era algo muy lejano- rellenase páginas casi de forma automática. >>seguir leyendo

El escritor que llevo dentro

Se está abriendo paso. Le ha costado. Es tímido, inseguro. Lo conozco bien. En su descargo he de decir que tuvo mucha competencia. Había Otros, que trataban se sobresalir. Con éxito alguno de ellos.

El escritor que llevo dentro sufrió mucho viendo como sus primeros balbuceos, en forma de parrafillos inconexos, no iban a ninguna parte. En aquella época el ingeniero que llevo dentro lo pisoteaba sin piedad. Le apabullaba con sus precarios triunfos.

Y hubo otros competidores. Montañero. Futbolista. Consultor. Ciclista. Amante. Trabajador. Lector. Competidores con más credenciales. Fue difícil convencerme de que dentro de mí había un escritor. >>seguir leyendo