Según los últimos informes, Standard&Pool y Moody’s han rebajado la nota de calificación de nuestro stock de pan. Ya no tiene la triple A. Uno le da la AAB- y el otro ABB pero con tendencia negativa amortiguada.
Vamos, que el pan se está poniendo duro.
Javi, el quillo, nos enseña una manera rápida de convertir los mendrugos de pan en algo exquisito. Con desparpajo los tira encima de las brasas y las cenizas. Nosotros, que los poníamos a calentar apoyándolos sobre ramas o piedras nos escandalizamos. Parece como si los quisiese utilizar de combustible. Pero no. Allí, en contacto directo con las brasas, reviven. Abriendo esos panes crujientes por la mitad y echándoles aceite de oliva y sal queda un desayuno inigualable. La mayoría lo acompaña con leche que calienta Migue. Yo por ahí no paso. Al lado, en otro fuego, y con el cazo que me presta Ángel, me caliento agua para un té verde.
Archivo de la categoría: Andanzas
Sáhara Occidental. 31·12·2011. Pan & Naranjas
Me acuesto empapado de humo. Hoy ha sido la última noche del año. Por eso Migue ha hecho un menú especial: puré de patatas y salchichas. No hay uvas, no hay campanadas. Hay cansancio.
Aunque la jornada estuvo dedicada a pistear, al final cayeron varios kilómetros andando por el pedregal. Llanos inmensos, aparentemente insulsos. En estos paseos uno suele quedar aislado. Los compañeros a la vista. Pero lejos. Quedan lejos. Así que tiendo a caer en la introspección. Me doy cuenta de que casi siempre llevo una piedra en la mano. Aquí hay muchas para elegir. Me obsesiona el sílex. Pedazos de piedra que parecen de plástico. Me encanta su tacto. La paso entre los dedos mientras camino. Cuando me canso la cambio por otra. Hay miles. Algunos de ellas talladas. Pasaron por las manos de nuestros antepasados. ¿De dónde salen las piedras? (pregunta para kokoro) Parece que anduviésemos por estratos. El más superficial, el que constituye el suelo por el que caminamos, se va quebrando. Al contacto con la intemperie. Cambios frío/calor. Pero no solo eso. La sal, que abunda en el terreno –trasladada a superficie por los procesos de evapotranspiración y después extendida por el viento- tiende a meterse por los intersticios. Allí, disuelta en la humedad que la piedra condensa, la sal corroe las rocas. A base de miles de años las va convirtiendo en pedacitos. En el llano conviven fases más o menos desarrolladas del proceso.
Sáhara Occidental. 1·1·2012. Las cuevas de las hienas
Jesús y Javi (el lamparones, aunque el mote se va quedando corto) me guían hasta las cuevas de las hienas que han encontrado el día anterior. No quiero irme sin verlas. Han estado sacando restos óseos. Cráneos de camellos, fémures. Todo tipo de carroña fosilizada. Hasta allí arriba arrastraban éstas bestias (las hienas, no Jesús y Javi) a sus presas. Hasta el cubil. Para desgajarlas tranquilamente y dar de comer a sus crías. Pugnando por la cuesta de guijarros sueltos. Apresando los cuerpos inertes con las mandíbulas ferrosas.
Sáhara Occidental. 2·1·2012. Gueltas
Las pequeñas heridas van haciendo cada vez menos confortable el viaje. Arañazos, labios partidos, rozaduras, golpes, pies magullados. Resfriados que se van consolidando. Padrastros de los que se tira hasta deshacer los dedos.
Esto se acaba. Hemos disfrutado de la última hoguera. Pensaba que no habría madera. En la zona de los gueltas -charquilones de aguas salobres que jalonan el curso de un oued- la vegetación escasea. Pero finalmente, entre todos, hemos logrado juntar en poco tiempo una considerable cantidad de madera reseca y nudosa.
Sáhara Occidental. 3/4·1·2012. Zona de confort
El tren de alta velocidad va a trescientos kilómetros por hora. Voy en el último vagón, en el último asiento. Con el mapa de Marruecos desplegado.
El calor excesivo que inyecta el climatizador me está poniendo nervioso. Voy a pasar más calor ahora que en el Sáhara. Es un aire seco. Me empieza a doler la cabeza. Todo el mundo a mi alrededor tiene auriculares, o un ordenador, o un teléfono móvil o un ipad, o una videoconsola. O varias cosas simultáneamente. Escucho quejas incongruentes: jo tía es que no tienen cocacola cero, sólo cocacola light, dice una anoréxica al borde del delirio. Qué mierda, esa peli ya la han puesto –berrea un adolescente miope que apenas deja de mirar con furia a una pantallita en la que mata marcianos[1]. Percibo comportamientos displicentes, de gente acomodada. Acostumbrada a tener todo en cuanto lo piden. Gente que parece triste.