El texto de esta entrada no es mío, ha sido escrito por Isaac Ortega Góngora.
El pandilla cuatro por cuatro de mi hermano va cargado hasta las trancas de Aquarius, Powerade, mochilas, piolets, botas y demás material de montaña.
El viaje hasta Trevélez es muy ameno y no paramos de reír. Es un día primaveral y vamos apurando las curvas; cuanto antes lleguemos al refugio más podremos descansar. Entramos en reserva hace ya un rato y necesitamos una gasolinera.
Preguntamos a un lugareño, que no da dos opciones para repostar. La más cercana queda a trece kilómetros de curvas y la otra a veinte. Nos insinúa que él no echaría en la de Pórtugos. No quiere explicar porqué. Es viernes trece y la misión empieza bien. >>seguir leyendo
Nada es lo que parece. Y menos en un vuelo transoceánico. Treinta mil pies por encima del mar. Treinta mil. Ponlos en fila. Con una cabina presurizada a ochocientos milibares, esto es, la presión equivalente a una altura de 2300 msnm.
Todo es irreal. El dispendio de vasitos de plástico, de cucharitas, toallitas, etceterita, que van a la basura casi sin utilizar. Los pasajeros parecen una especie de marqueses en cuidados intensivos. Te tragas todas las películas que no has visto en un año. Arramblas con chocolatinas y sobrecitos de sal y pimienta. Como si no existiese el mañana. >>seguir leyendo
Harmusch es un grupo de gente variopinta, con gustos comunes por la naturaleza en todas sus expresiones. Su radio de acción abarca varios continentes y ecosistemas. Desde las montañas del Himalaya hasta el desierto del Sahara, pasando, como no, por nuestro monte mediterráneo y las selvas tropicales.
Mezclando personajes y lugares podemos dar a conocer buena parte de nuestras actividades y propósitos. En las selvas de Borneo, a miles de kilómetros de nuestra sede, transcurre la siguiente historia. Más concretamente en el norte de la isla, en la Reserva Forestal de Deramakot, un ejemplo de explotación sostenible. >>seguir leyendo
Cuando conocí a Luis mi vida cambió. Hasta entonces yo dormía en el suelo. Me daba pereza montar la tienda. Y la mañana siguiente, con el frío, plegarla y enrollarla. Con esa humedad del desierto. La arena pegada. Buf. Ni pensarlo. Mejor vivaquear. Viendo las estrellas, fumándome una pipa. Estaba el inconveniente de la arena, que cuando sopla el viento se convierte en un improvisado peeling de lo más efectivo.
Gerardo y Javi tenían razones más prácticas que yo para dormir en el suelo. Caminan de noche. Llegan a las tantas y se vuelven a levantar antes del amanecer. Con ese trasiego la tienda es un engorro. Prefieren echar el saco sobre el pedregal, o el mullido fondo de un oued. En una de esas Gerardo vivió una intensa experiencia soportando una tormenta de arena. Durante horas aguantó en posición fetal los furiosos embates del vendaval. Con suerte en este viaje podría probarlo.
Pero como digo mi vida cambió cuando conocí a Luis, un herpetólogo ─estudioso de los herpetos: reptiles (y por extensión anfibios) ─ que formaba parte del Grupo Salvaje. >>seguir leyendo
En su cuaderno Mórtimer copia el siguiente texto. Lo ha encontrado en una novela de Patrick Deville que se llama Peste y Cólera. Dice así: «Hay un momento en que el nómada interrumpe su carrera y se hace sedentario, el cazador-recolector se vuelve ganadero o agricultor. Abel o Caín. Yersin pensó seguramente que había llegado su turno. O quizá enuncia un nuevo principio de Haeckel, según el cual en el curso de su vida repite aceleradamente la historia de la Humanidad».
Peste y Cólera es la biografía novelada de Yersin, un joven aficionado a la entomología, admirador del explorador y sabio Livingstone. Entre otros logros descubrió el bacilo de la peste y fue el inventor de la vacuna para vencerla. Deja de lado un puesto de investigador en el Instituto Pasteur para llevar una vida de aventuras en el sureste asiático. Cansado de dar bandazos finalmente preferirá aislarse en un rincón de la selva, lejos del ruido de la fama. >>seguir leyendo
Otro fin de semana más a la montaña. A pasar noche bajo las estrellas y caminar. Esta vez conozco a Javier. El silencio de las piedras, el campo, estar a merced de los elementos, de los tempos de la naturaleza, conforma un ambiente propicio para las confesiones. Con Javier, además, resulta particularmente fácil la comunicación.
Le relato mi cambio de rumbo. Más auspiciado por la fuerza de lo instintivo que por argumentos razonables, razonados. Le cuento que escribo cuentos. Incluso novelas. Le hablo del viaje al Himalaya, de los linces boreales y los leopardos de las nieves. Le hablo del cuarteto de Ladakh. Casi sin darnos cuenta llegamos a los tres mil metros. Ambos estamos entusiasmados, contentos de haber dado con un interlocutor propicio. >>seguir leyendo
No puede más. Y ella tampoco. El hogar se ha convertido en un campo de minas. Un sitio a evitar. Allí nunca hay paz y las balas zumban cuando menos se espera. Es curioso porque la frenética vida de la familia hace que la casa ─espaciosa, acogedora, montada con gusto, llena de muebles caros y adornos aún más caros e inútiles─ sea la mayor parte del día un lugar tranquilo.
A las ocho llega Gladys para ayudar con los desayunos. Ellos normalmente ya están discutiendo con cualquier pretexto. Y, si no, se masca un incómodo silencio. Se rehuyen. Hace tiempo que utiliza el baño de servicio; el que está junto a la cocina y se supone que es para la asistenta y las visitas de menos confianza. Primero llevó su cepillo de dientes. Luego una maquinilla de afeitar y la espuma. Después una toalla y el peine. Ya es su cuarto de baño. Así se ahorran algunos roces. >>seguir leyendo
En Barcelona encuentra cafeterías sofisticadas. Tanto, que el término “cafetería” resulta vulgar. Son espacios con sofás, amplias mesas en las que rebota el sol; diverso mobiliario de estilo desenfadado para albergar una fauna variada y exquisita. Hay una alta carga de tecnología y afectación en sus clientes.
Está rodeado de hípsters y chicas monas. De diseñadores de interior gays. De extranjeras que zampan panqueques sin piedad. Hay mujeres hiperindependientes que no sonríen lo más mínimo. Conversan con su ordenador. Rostros angulosos. Un cuerpo magro que habla de la severidad con la que se tratan. Con la que tratan a los demás. Hay desarrolladores informáticos ideando la aplicación que les hará ricos. >>seguir leyendo
El laboratorio donde recogen las muestras de semen está en unas dependencias adjuntas al edificio principal del hospital. Pared con pared con el depósito de cadáveres. Qué contraste. Él con su bote de semen todavía tibio. Tres días de abstinencia, siguiendo las instrucciones. La paja reciente, tal y como le habían indicado, para que llegasen con vida los espermatozoides. Era importante, crucial, que la muestra fuese fresca. Que coleasen cuando se le pusiese entre los portas y los cubres para verlos al microscopio. >>seguir leyendo
Son tiempos de crisis. Soplan vientos de cambio. Crisis, crisálida. Metamorfosis. Cambio. Es el momento de reinventarse y de reivindicarse. La oportunidad de juntar de una vez por todas lo que a uno le apasiona con la manera de ganarse la vida.
Probablemente sean conceptos condenados a no llevarse bien. Y nunca un trabajo se pueda conciliar con lo que se hace por diversión y, por tanto, gratuitamente (o pagando por ello).
Pero, como venía diciendo, son tiempos para la utopía y conviene salirse de esos raíles que nos dijeron llegaban a un lugar llamado felicidad. Hemos visto que no van a ninguna parte. >>seguir leyendo
El blog del escritor J.M. Valderrama donde podrás comprar sus libros Días de nada y rosas, Altitud en vena y Aquí Bahía.