Vagabundos

Encontraron refugio en la parte más alta, donde el viento soplaba con más fuerza. Se esperaban unas ruinas tras las que resguardarse pero había una casa abandonada con varias dependencias. La estructura aparentaba solidez. Se había hundido el techo de una de las habitaciones pero en el resto no hay una sola gotera. Se conservan casi todas las tejas.

El yeso parece reciente y no hay restos de suciedad, salvo el polvo normal de un lugar deshabitado y las pintadas de unos pobres diablos que quisieron dejar registro de su existencia. Eso sí, puertas y ventanas han sido arrancadas. Probablemente hayan ardido en la hermosa chimenea, la joya de la casa. Van a poder calentarse en esa noche helada, de vientos explosivos. >>seguir leyendo

La sal de Akkad

Tenía claro que el espray marino iba a dejar un recuerdo de sal a modo de costra en todos los cristales del coche. También tenía claro que cada día iría renovando la promesa de lavar el coche con esas mangueras a presión que funcionan a base de fichas metálicas que se compran en la gasolinera.

La promesa iba cediendo, día tras día, ante la esperanza de que llegase una borrasca y empapase de agua dulce los campos y su coche. Miraba el pronóstico del tiempo en diversas páginas web para tener argumentos en contra de aquella obligación autoimpuesta. ‘Parece que en tres días va a entrar un temporal por el estrecho. A ver si hay suerte y llega hasta aquí’. Se decía mientras giraba el sintonizador de la radio buscando una emisora potable. Intentando entrever por la sal que picoteaba el espejo retrovisor. >>seguir leyendo

Una vuelta por el Kanchenjunga (I) El país de la bandera rara

NOTA INTRODUCTORIA. El Parque Nacional del Kanchenjunga se encuentra en el extremo oriental de Nepal. Los trekkings para acceder al campo base de este ochomil -el tercero más alto- son largos e incluso tediosos y obligan a atravesar las tres regiones geográficas en las que se suele dividir el territorio nepalí: terai, valles intermedios e y la alta montaña del Himalaya.

El relato del viaje se apoya en este gradiente y obvia la cronología de los acontecimientos. De esta manera se presentan en un mismo lugar o tramo observaciones y anécdotas que corresponden tanto a la subida como a la bajada. >>seguir leyendo

Una vuelta por el Kanchenjunga (II). Las cosas no tan bonitas del Himalaya

Cumbres nevadas que se recortan en un límpido cielo azul. La nieve que de forma inverosímil se amontona en las pendientes casi verticales. Aristas de roca que asoman entre el hielo. El imperceptible devenir de formidables glaciares. Bosques primarios de aspecto temerario a pesar del musgo que recubre sus rincones. El hielo se funde y el agua dibuja cascadas y espuma en su fragoroso recorrido. Antes se remansa en los campos de arroz, se sosiega en los abanicos aluviales. Se esparce por el paisaje. Va de una terraza a otra. Imágenes sugerentes. Paisajes increíbles. >>seguir leyendo

Una vuelta por el Kanchenjunga (III). La brutal llegada del desarrollo

Biratnagar es la segunda mayor ciudad de Nepal. No pongo en duda que aquí viva mucha gente, pero sí que se le llame ciudad. Porque una ciudad conlleva una estructura y una serie de elementos representativos (escuela, templos, teatro, parques) fácilmente identificables. Biratnagar se ha gestado como muchas ‘ciudades’ del tercer mundo: un arremolinamiento de gente que se ha ido estableciendo provisionalmente en torno a las vías de comunicación. Ese rasgo provisional, con todo a medio hacer, se convierte en característica. La provisionalidad es permanente. Hay algún motivo difícil de entender que hace de atractor y provoca que la gente tome la decisión de dejar su pueblo e instalar una chabola junto a un amontonamiento de escombros y basura a medio quemar que se extiende por el tórrido llano, el terai. >>seguir leyendo

Una vuelta por el Kanchenjunga (IV). La esplendorosa vida de los valles.

El reguero de papelillos y envoltorios va disminuyendo a medida que nos alejamos de la carretera y vamos sorteando montañas. Hay menos gente. Las modestas casitas salpican las laderas aquí y allá.

La primera impresión de las espectaculares laderas aterrazadas le deja a uno aturdido. Aquí se vive en vertical y la única manera de comunicarse es caminando. Para ir a la casa de enfrente hay que bajar quinientos metros hasta el río y volver a subir otros quinientos metros. Angostos caminos de piedra. Resbaladizos. Esto empieza a molar. >>seguir leyendo

Una vuelta por el Kanchenjunga (V). Lo que nos hizo humanos

Me quedo ensimismado mirando las brasas relampaguear, los leños ardiendo, las llamas cambiando de forma caprichosamente. El hogar. El centro de la vida.

Cada día nos pegamos al fuego. Compartimos con los nepalíes horas de silencio. De contemplación. De beber té y comer dahl baht. A partir de Yamphudim hace frío y llovizna. Después nevará. Hemos ido dejando atrás la vida agrícola y nos internamos en los bosques de rododendros. El paisaje se vuelve cada vez más agreste. Impone y sobrecoge ver la furia de los torrentes abriéndose paso por las laderas. Las brechas abiertas por los deslizamientos. >>seguir leyendo

Una vuelta por el Kanchenjunga (VI). El bosque

Tortong consiste en tres cabañas de tablones húmedos que no encajan. Situado en una angostura del profundo valle del Yalung, Tortong cumple bien con la denominación de agujero. Pocas veces debe verse el sol en este lugar, permanentemente envuelto en brumas y sometido a una lluvia que no termina nunca.

Arriba a la izquierda, ahogada por el bosque, la principal casa de Tortong. (LINK a video)

El mejor plan en Tortong es salir de Tortong. Misión, por otra parte, nada sencilla. Hay dos destinos posibles y los dos suponen una dura jornada. Seguir el valle hacia arriba, hacia Tseram supone ganar altura y acercarse a los límites impuestos por la hipoxia. Y pasar más frío. Se atraviesa el bosque silencioso, se pasa a ratos junto al tremendo río de montaña que es el Yulang, se llega con las botas mojadas. Deseando sentarse junto al fuego. Esta es la opción sencilla. >>seguir leyendo

Una vuelta por el Kanchenjunga (VII). El glaciar

A mí lo primero que me viene a la cabeza es la imagen de un niño en la playa. Abriendo un surco en la arena a medida que pasa un rastrillo o la mano. La arena desalojada de la depresión que se va formando crea dos muretes a ambos lados de la excavación. Esas son las morrenas laterales. Al final del recorrido, hasta donde el brazo alcanza, queda otro montón de tierra que cierra el pequeño canal. Esa es la morrena terminal.

Y es la primera que vemos en nuestro camino hacia Ramche, último refugio disponible. De entre ella mana el glaciar convertido en arroyo. Año a año el hielo da paso al agua en una cota cada vez más alta. >>seguir leyendo

Otoño

Días que se acortan miserablemente.

Tardes de domingo empañadas por las perspectiva de una semana de cole. De oficina. De madrugar y toparse con el suelo frío y el cielo ceniciento.

Y las paradas de autobús atestadas. Y el tráfico. Y el infinito ciclo de días que conducen hacia la lúgubre noche. Hacia el invierno.

Aletargadas tardes de domingo después de comer cocido en familia y prolongarla con tertulia y cafeses. Y las hojas que empiezan a abandonar las ramas de los árboles para formar una alfombra a veces crujiente en la orilla de las carreteras. >>seguir leyendo

El blog del escritor J.M. Valderrama donde podrás comprar sus libros Días de nada y rosas, Altitud en vena y Aquí Bahía.