Ha pasado su vida laboral, es decir, prácticamente su vida, en un edificio destartalado que habían prometido rehabilitar cuando hizo las oposiciones de funcionario. Hace años de aquello, y todavía utiliza la tercera persona del plural, ellos, para referirse a autorías enigmáticas, a anónimos ejecutores.
Esta actitud, en Ramón, no desentona cuando achaca al Gobierno o a la tele (los dos productores de verdades, en ausencia de Dios, más reputados de nuestra era) hechos de los que uno solo puede ser testigo impotente, nunca partícipe: «Han dicho que este verano va a ser caluroso». «Dicen que el paro ya no va a subir más». «Van a abrir un aeropuerto en Morata de Tajuña, dicen que será muy rentable». Cosas contra las que no se puede combatir; irrefutables.