Toda la vida escuchando en la radio el atasco eterno del nudo de Manoteras. Nombre castizo donde los haya. Castellano sin paliativos. Manoteras.
Los Moragones eran una de esas familias buque insignia del barrio, de la barriada, a las afueras de Madrid. Competitivos, descarnados, chulos y provocadores. Chavalitos al mando del equipo de futbito que ganaba aquellas copas enormes con las que se decoraban las fiestas del barrio. También había baile y orquesta. Y campeonato de mus. Los Moragones acaparaban trofeos y fama. Espoleaba su orgullo, afianzaba la forma de hacer las cosas. Eran unos supervivientes que supieron hacerse un hueco en la capital. >>seguir leyendo
Comenzaron a salir hormigas por las comisuras de la casa; aquellas que el frío mantenía selladas.
Aparecieron también, como por generación espontánea, moscas del vinagre. Que no se apiadaban de los racimos de plátanos. De las naranjas. Hasta entonces con un aire de bodegón vetusto.
Es la tibieza. Es el reclamo de la tibieza.
Tampoco se contienen los capullos verdes, acorazados, que tras una racha de dos o tres noches templadas se atreven a reventar en colores del todo inesperados.
Es un estado febril. Es un estado que va decididamente al máximo. Con todas sus consecuencias. >>seguir leyendo
El blog del escritor J.M. Valderrama donde podrás comprar sus libros Días de nada y rosas, Altitud en vena y Aquí Bahía.