En un pequeño claro, en el collado que hace de divisoria de aguas, un refugio de tablones claveteados y mal encajados, por las que se cuela el humo, da tregua y reconforta al viajero de estas lejanas montañas del Kanchenjunga. Los troncos apilados en sus paredes prometen lumbre. Al viajero le parece bien el descanso, una taza caliente de algo; viene empapado. Las nieblas perpetuas que envuelven estos bosques de rododendros, unidas a las frecuentes lluvias, explican los caudalosos ríos que recorren el fondo de los profundos valles; y que el viajero esté calado hasta los huesos.
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El buscador de gatos
(Entrada originalmente publicada en Naukas)
Harmusch es un grupo de gente variopinta, con gustos comunes por la naturaleza en todas sus expresiones. Su radio de acción abarca varios continentes y ecosistemas. Desde las montañas del Himalaya hasta el desierto del Sahara, pasando, como no, por nuestro monte mediterráneo y las selvas tropicales.
Mezclando personajes y lugares podemos dar a conocer buena parte de nuestras actividades y propósitos. En las selvas de Borneo, a miles de kilómetros de nuestra sede, transcurre la siguiente historia. Más concretamente en el norte de la isla, en la Reserva Forestal de Deramakot, un ejemplo de explotación sostenible.
Una vuelta por el Kanchenjunga (I) El país de la bandera rara
NOTA INTRODUCTORIA. El Parque Nacional del Kanchenjunga se encuentra en el extremo oriental de Nepal. Los trekkings para acceder al campo base de este ochomil -el tercero más alto- son largos e incluso tediosos y obligan a atravesar las tres regiones geográficas en las que se suele dividir el territorio nepalí: terai, valles intermedios e y la alta montaña del Himalaya.
El relato del viaje se apoya en este gradiente y obvia la cronología de los acontecimientos. De esta manera se presentan en un mismo lugar o tramo observaciones y anécdotas que corresponden tanto a la subida como a la bajada.
Una vuelta por el Kanchenjunga (IV). La esplendorosa vida de los valles.
El reguero de papelillos y envoltorios va disminuyendo a medida que nos alejamos de la carretera y vamos sorteando montañas. Hay menos gente. Las modestas casitas salpican las laderas aquí y allá.
La primera impresión de las espectaculares laderas aterrazadas le deja a uno aturdido. Aquí se vive en vertical y la única manera de comunicarse es caminando. Para ir a la casa de enfrente hay que bajar quinientos metros hasta el río y volver a subir otros quinientos metros. Angostos caminos de piedra. Resbaladizos. Esto empieza a molar.
Una vuelta por el Kanchenjunga (V). Lo que nos hizo humanos
Me quedo ensimismado mirando las brasas relampaguear, los leños ardiendo, las llamas cambiando de forma caprichosamente. El hogar. El centro de la vida.
Cada día nos pegamos al fuego. Compartimos con los nepalíes horas de silencio. De contemplación. De beber té y comer dahl baht. A partir de Yamphudim hace frío y llovizna. Después nevará. Hemos ido dejando atrás la vida agrícola y nos internamos en los bosques de rododendros. El paisaje se vuelve cada vez más agreste. Impone y sobrecoge ver la furia de los torrentes abriéndose paso por las laderas. Las brechas abiertas por los deslizamientos.
Mercados de abastos (y aquel viaje a Nepal)
Llegamos a Nepal en medio de una tormenta. El avión se movía de un lado para otro. De repente bajaba vertiginosamente. Se estabilizaba. Y volvía a caer unos cientos de metros. Después de tantas horas de viaje lo tomábamos como un divertimento, más que como el preludio de una tragedia.
Cuando aterrizamos y llegamos a una sala en penumbra en la que se despachaban los pasaportes, nos encontramos con otra tormenta. Esta era más complicada. De más alcance. Era la tormenta política que llevaba tiempo asolando al país y que, por fin, estalló. Y nos explotó en las narices. Se decía que la guerrilla maoísta por fin había salido de su covacha y tenía al país al borde de la guerra civil. Esa versión tenía parte de verdad pero la revuelta sobrepasaba a los partidarios de los maoístas. Era un levantamiento popular que reclamaba profundas reformas para derrocar al corrupto régimen monárquico e intentar seguir una senda más o menos democrática, con elecciones y partidos políticos. Cosas de esas que suenan a un sistema algo más equitativo que el feudal que en esos momentos dirigía al país.