Queda atravesar Castilla y sus castillos hasta topar con las montañas astures. El Sistema Central es solo un pálido reflejo de las tierras húmedas que nos aguardan tras la cordillera cantábrica.
Es cierto que el puerto del Pico, con sus campas verdes, y la mampostería de granito de las posadas y casonas que acompañan al viajero hasta el siguiente puerto, el de Menga, permiten rescatar sabores invernales. Pero también es cierto que Van Gogh sería feliz entre los campos amarillos que se despliegan por la meseta castellana. Campos de cereal recién segados. Paja cubicada. Un sol que agosta en julio. Aguiluchos y milanos al acecho de pequeñas presas a las que las cosechadoras les robaron el escondite en un santiamén.