La noche ha sido fría. El doble techo de la tienda ha quedado como una tabla, tapizada de hielo. Los desajustes producidos por la altura siguen. No tenemos hambre, comemos muy poco. Tengo la tripa mal.
Anoche caminamos y no vimos ojos. Llegamos a los 4800. Iba a ser un paseíto. Después de la caminata me metí en el saco. Gerardo siguió dando vueltas. Lo único que ha visto han sido vizcachas.
A pesar de la letrina que hemos descubierto a apenas ochocientos metros del campamento nos vamos a trasladar al valle de los geiseres. A ojos de Gerardo el hábitat es allí más adecuado para este gato anodino que no se quiere mostrar. A mí recoger las cosas, cargar con los mochilones y ponerme a andar me parece una losa. Pero no debo quedarme tirado en la tienda. No me puede comer la desidia.