Alguna gente me pregunta por qué quiero ir a Bolivia otra vez, con todos los países que hay. En realidad tampoco he ido tantas veces. Creo que está será la cuarta. He viajado más por España, y me quedan muchísimos rincones que recorrer. Incluso comarcas enteras.
Si medio millón de kilómetros cuadrados dan tanto de sí, imaginaos el doble. Pero el tamaño es lo de menos, como todos sabemos. Hay otro dato realmente interesante: más de 600.000 kilómetros de carreteras asfaltadas tachonan el territorio español. Para el doble de superficie, en Bolivia hay unos escuetos 4.500 kilómetros. Eso dice mucho de un país. Lo hace interesante. >>seguir leyendo
Cuando por fin me dejo caer estoy muy lejos de casa. En el altiplano boliviano, a más de 4000 metros de altura. Tengo toda la ropa de abrigo puesta. Estoy metido en el saco y el soroche, el mal de altura, ya me ha dado el primer estacazo. El aire enrarecido unido a las treinta y algo horas de viaje y al ‘jet lag’ me han convertido en un guiñapo cuya única aspiración es adoptar una postura horizontal.
La fuerza con la que hemos salido de Madrid se ha ido diluyendo a medida que nos hemos ido encontrando obstáculos: los múltiples controles de seguridad con sus correspondientes colas, los raviolis del avión, las esperas, la tensión con la que hemos aguardado la aparición de los mochilones en la cinta trasportadora, el peso de esas mochilas colgadas de los hombros. Por fin el autobús nos ha dejado en medio de la nada, y ha continuado su camino hacia Arica, por la Ruta 4. >>seguir leyendo
Estoy obsesionado con subir a la segunda de las lagunas. Gerardo dice que se va a descansar a la tienda. Decido continuar solo. Decido enfrentarme a la montaña. Y mira que no estaba nada bien por la mañana. Otra vez la caja torácica no carbura. No se expande. La junta de la culata debe de ser. Y queda poco para el intento al Parinacota. Si sigo así no voy a poder subir.
Campamento 3 (4585 m)
Estoy enrabietado así que decido ir a la maldita laguna de una vez por todas. Me da igual que esté el terreno minado. >>seguir leyendo
Pasamos la última noche en el valle. Gerardo sigue impenitente yendo a su piedra. Rondando por la laguna, caminando sin descanso a ver si el gato se quiere dejar ver.
Amanece y poco a poco me sacudo el frío. Reúno el coraje suficiente para salir del saco. Me pongo el plumón. Abro ‘la puerta’ y me golpea la intemperie. El valle está aun en sombras.
Perezosamente camino hasta el torrente. Aquí ya no hay aportes de aguas cálidas y meter las manos en la corriente para llenar las botellas es doloroso. Nada más enroscar el tapón envuelvo las manos en dos pares de guantes. >>seguir leyendo
El blog del escritor J.M. Valderrama donde podrás comprar sus libros Días de nada y rosas, Altitud en vena y Aquí Bahía.