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Necesitaba escribir, necesitaba publicar

Llevo años dedicado a escribir artículos científicos y piezas de divulgación. Devorado por la crianza y la labor científica, la literatura tuvo que replegarse y esperar su oportunidad; es lo que hacemos las especies oportunistas. Replegarse no significa abandonar. Se trata, más bien, de mantener un espacio mínimo que tenga la capacidad de medrar cuando reaparezcan unas condiciones favorables.

Durante casi una década las lecturas han sido dispersas, constantemente interrumpidas, celebradas cuando llegaban a su fin. Y la escritura buscó lugares y horas insospechados para crear ficciones que no eran nada más que distorsiones de realidades asfixiantes. Para eso sirve, entre otras cosas, la literatura, como válvula de escape. No siempre hallé esas coordenadas espacio-tiempo en la que imaginar personajes y mundos alternativos. El blog ha pasado hambre durante una larga temporada. Me dedicaba a alimentar otros, como Arida Cutis, o los del CSIC, o el de Harmusch (fundamentalmente como editor). Apenas saco un par de entradas al año. Parece que he dejado de dar bandazos, con una vida más previsible y enjaulada, con unas rutinas alienables que en el fondo le anclan a uno al mundo, le dan cierto sentido, imagina menos, le obligan a más. Una existencia más mundana y doméstica que apaga algunos rescoldos de rebeldía, pero también, al menos en mi caso, modera la idiotez que sostenía un personaje que amenazaba con devorar a la persona. >>seguir leyendo

Cuando no puedo andar

Fue a principios de octubre cuando llegó la convocatoria para un concurso de relatos de mi club de montaña, el CAM, es decir, el Club Almeriense de Montañismo. En apenas un párrafo se hacía el anuncio: “Queridos compañeros, os invitamos a participar en nuestro concurso de relatos de montaña «Seguir subiendo». Tenéis dos meses y un par de folios para contar vuestras aventuras, experiencias, sensaciones o sueños en la montaña. Esperamos vuestros relatos. Buena escritura.

La parquedad del mensaje estaba en consonancia con esa aparente frialdad del montañero, pero era un guiño al compañerismo y, desde luego, un estímulo frente a tantos meses sin poder pisar la montaña. Aunque la vida ahora mismo no me da muchos respiros decidí presentar la siguiente pieza: >>seguir leyendo