Nada es lo que parece. Y menos en un vuelo transoceánico. Treinta mil pies por encima del mar. Treinta mil. Ponlos en fila. Con una cabina presurizada a ochocientos milibares, esto es, la presión equivalente a una altura de 2300 msnm.
Todo es irreal. El dispendio de vasitos de plástico, de cucharitas, toallitas, etceterita, que van a la basura casi sin utilizar. Los pasajeros parecen una especie de marqueses en cuidados intensivos. Te tragas todas las películas que no has visto en un año. Arramblas con chocolatinas y sobrecitos de sal y pimienta. Como si no existiese el mañana.