La soledad elegida es una de esas exquisiteces que ofrece el mundo occidental, el que llamamos desarrollado. Independencia ante todo. Independencia ganada a base de lucha de clases, del avance del laicismo, de la exclusión de las supersticiones. Soledad para realizarse y adornarse.
Los ratos de soledad elegidos son impagables remansos de paz. Pero la soledad extrema da pavor.
La soledad extrema da unos mordiscos que, cuando tienes fuerzas y ánimo, te sacan de la casa y te hacen desplegar una actividad inusitada. La soledad como motor creativo. La soledad que te lleva a ser el invitado perfecto. Encajas en todos los planes; cualquier cosa te parece bien: dormir de prestado en un colchón; morar en el techo de un jeep; acampar al pie de una caravana donde descansa tu amigo y toda su familia; eres el tipo gracioso que hará reír a los niños durante el desayuno.